Niña bella

Niña bella

viernes, 31 de diciembre de 2021

Te confieso

 


TE CONFIESO


Tú eres mi paz en las madrugadas en que 
me pierdo a mi misma, y ya no sé quien soy.
Amado de mi alma, ¡cuánto apaciguas mis
angustias de hembra solitaria! Y vienes
tan manso y humilde a llenarme de tu esencia,
de tu perfume dulce y amaderado, en el que
yo me consumo, enamorada.

Luego lentamente nos desnudamos y quedamos
así, tiernamente abrazados. Y yo te adoro,
cuando me lloras por amor, ¡ay, si la gente
supiera que ambos hemos llorado de placer, 
uno en brazos del otro! ¡Si los demás 
supieran que tu bebes de mi fuente ansioso 
y sediento! y que yo te arrullo como a un 
hijo, porque ya formas parte de mí, ¡oh
pedacito de mis entrañas!

Hoy hemos quedado grabados en un lienzo 
de pureza...cual un mosaico de tonalidades 
rosadas y lilas, nadie sabe nada de nosotros,
pero nos conoce el universo, que nos envuelve
y nos regala la dicha de amarnos en esta
forma espiritual, como pocos se han amado
en la tierra.

Quiero viajar contigo más allá del sol, 
donde ya nada pueda herirnos. Y juntos 
atravesar aquel túnel hasta llegar a la luz;
y todo esto te confieso mientras en tu 
hombro viril voy derramando mis lágrimas.

INGRID ZETTERBERG

jueves, 30 de diciembre de 2021

De turismo en Salzburgo

 


DE TURISMO EN SALZBURGO


¡Qué suntuoso es este castillo al que he
llegado! Tuve que atravesar una trocha 
para aligerar mis pasos y así poder llegar a 
la hermosa estancia donde vivieron aquellos
príncipes de antaño.

Está en lo alto de una colina, en la ciudad
de Salzburgo. Pude observar que todo
está decorado con alfombras de color
añil, que hacen contraste con el bello
y dorado juego de lámparas que penden del
techo. Éramos varios turistas que 
contemplábamos extasiados el lujo que 
ostentaban las cortinas y sus exquisitos
bordados.  Los salones, los dormitorios,
todo era impecable, como si por ellos no
hubieran pasado dos siglos de antigüedad.

Al llegar a los hermosos jardines, las
fuentes vertiendo agua tornasol, nos 
produjo tal frenesí, tal delirio, que 
no pudimos disimularlo. Con la belleza
de aquel vergel, todos estábamos encantados.
Las flores perfumaban el atardecer, y fueron
horas recorriendo cada rincón de aquel 
inmenso palacio, hasta que se nos hizo de
noche, y al salir, el infinito cielo de 
muchas estrellas estaba tachonado. Ese
castillo en Salzburgo jamás podré olvidarlo.

INGRID ZETTERBERG




¿Habrá esperanza aún?

  Habrá esperanza aún



¿HABRÁ ESPERANZA AÚN?

♥♥♥♥♥♥♥

Amado hogar, donde se posó mi vida para recibir tus dones. Nieves silenciosas cuajadas en los pinos. Blancos bosques majestuosos. Espiga solitaria que en su quietud me habla. Valles extensos de sol y pájaros que cantan su tristeza en un amanecer perfecto, donde el rocío viaja de flor en flor; dejando sus diamantes cristalinos sobre la hierba.

Dejando su manto de amor ¡oh tierra protectora! madre que nos acunas, que nos das del manantial de tus aguas para beber. Aún quedan playas para retozar en el turquesa de sus transparentes olas. Aún se elevan los árboles rosados en las primaveras inmutables, como el silencio de Dios. Las montañas imponentes rodean las praderas; mientras un tímido riachuelo se abre paso entre la maleza y va susurrando que aún hay luz para las almas que aman esta tierra, para los hombres de paz que luchan para mantener la fauna.

Que aún hay esperanza mientras se alcen voces de protesta contra la tala de árboles; contra la caza de hermosas especies en peligro de extinción. Amado hogar, puntito azul en el vasto universo, el Creador te sostiene en la palma de su mano, mas tu destino es incierto por la humana ambición. Sólo del hombre depende que se sanen tus abiertas heridas.






Dos odres nuevos

  Dos odres nuevos


DOS ODRES NUEVOS

♥♥♥♥♥♥♥

Amado, hoy viene a mí tu voz. Y ninguna palabra dicha en tu acento, sonará mejor en otra boca. "Cerro San Cristóbal" dijiste, y el Santa Lucía que recorrí con tus ojos. Tu calle pobre, de árboles enjutos, de lodo y piedra en Conchalí, donde corrió tu infancia de cometas y espadas de alambre, hechas por tus manos. Solías decirme que siempre llevabas alfajores en los bolsillos. Esposo mío, tus palabras vuelven a mi recuerdo con el tinte puro de tu tierra. Mas si aún te espero, ¿porqué te has ido? ¿En qué oscuro momento pusiste mi piel temprana en olvido? ¿y no te acordaste que atardeció bajo el contacto de tus manos?

¿En qué oscura fracción de segundo tocaste la desconocida puerta, que te encadenó a la distancia? Fue un engaño de tus sentidos, que lastimó nuestras vidas. Mas hoy, en que tus miradas lavadas por las lágrimas, se han tornado balsámicas para mis antiguas heridas; yo te espero. Me estoy formando para ti en un molde nuevo. Como tú, odre viejo, desmenuzado al sol y tallado en nueva forma por las manos maestras del Eterno.


Año 2,001


A escondidas

  A escondidas

A ESCONDIDAS



Anoche, al pasar por tu cuarto, creí que estabas dormido. La luz estaba apagada, y se habían callado las risas. De pronto, me llegó al oído una dulce canción de adolescente.

♥♥♥♥♥♥♥
Tú no sabías que yo te estaba escuchando, y tarareabas casi timidamente, una suave musiquita alegre. Comprendí entonces, que yo estaba muy lejos de ti; y que un largo camino nos separaba. Nunca me dijiste que alguna canción te gustara, y te la guardaste muy dentro, para cantársela a la noche y al silencio.

♥♥♥♥♥♥♥
Mientras tus hermanos ya estaban dormidos, tú llenabas mi alma de sentimiento, cantando a escondidas y muy quedo, tu primera canción de adolescencia.



Dedicado a mi amado hijo Raphael, en 1,985, cuando tenía 12 años de edad.

El payaso

 

L PAYASO




Había en la plaza del pueblo un pequeño circo de tercera, 
a donde tantos domingos fuimos mi hermana y yo al caer 
la tarde.

Dos monitos que saltaban la cuerda mirando asustados las 
luces y el gentío, nunca sabré porqué me llenaban de tristeza.
Había también actuaciones de magia en un colorido de 
indecibles fantasías que contemplábamos con ojos de
inocente sorpresa.

Luego entre actos aparecía un payaso haciendo mil muecas
y cabriolas; pequeño y enjuto, parecía perderse en su ropaje
multicolor; y a pesar de sus risas sonoras, tras su máscara
pintada se adivinaban secretas lágrimas.

Un día en una voltereta se le cayó en la arena la hirsuta
peluca roja, dejando al descubierto una cabeza calva, surcada
horriblemente de grotescas cicatrices.
El pobre payasito en su afán por disimular se acomodaba 
la peluca con una torpe alegría triste que nunca podré olvidar.

Sólo después pude saber, que antes de hacerse payaso había
perdido a su esposa y a su hijito en un voraz incendio que le 
robó la felicidad.

INGRID ZETTERBERG

miércoles, 29 de diciembre de 2021

Caminos del ayer

 



CAMINOS DEL AYER


Ángel mío, te observo mientras juegas con esas
pistolas de papel, y esas naves espaciales, haciendo
ruidos con tu boca, conversando con invisibles amigos,
en ese mundo donde yo no puedo entrar.
¡Quién como tú mi niño!, que aún puedes dejar vagar
tu mente por esos caminos, donde nada es imposible,
por los que mis sueños ya no pueden regresar.


Y yo quisiera que me lleves de tu mano, por ese
mundo que ya he olvidado. Ángel mío, sigue jugando
mientras no despiertes de tu infancia, que yo en
mi prosa haré inmortal el encanto de tus nueve años.


INGRID ZETTERBERG


1,985


Dedicado a mi amado hijo Favio

A tus doce años

  


A TUS DOCE AÑOS

Año 1,985

Hijo mío, aún tienes rostro de niño, a pesar de ese
bozo que descubrí ayer sobre tus labios. Tus manos,
(nunca del todo limpias) sostienen todavía un trocito de plastelina mientras duermes. Tu lupa está sobre la
mesa de noche, con la que agrandas a tu antojo los insectos, las hojas quemadas del otoño; y hasta tus huellas digitales.

Sobre el escritorio, "tu chequera", en la que escribes imaginarias sumas,con la que juegas a ser hombre.
Y a tu lado la ventana, por donde tu niñez se va escapando cada día. Mañana, al partir para el colegio, quizás me digas con tu voz que ya va para hombrecito: -"Mamá, prepárame un pastel de chocolate.-" Y con tu mochila a la espalda, repleta de desordenados cuadernos, saldrás corriendo porque se hace tarde.

Y yo estaré feliz a tu regreso, porque puedo decirte aún que te laves las manos; porque habrás de dormirte cada noche bajo las caricias de mis miradas. Pero un mañana muy lejano todavía, que habrá de llegar dentro de un instante, me dirás muy serio: -"Adiós mamá,no sé cuando vuelva, quizás pronto, no te preocupes por mí." Y ya no trotarás como un potrillo, te irás pausado y seguro a encontrarte con la vida. Y yo sé que algo en mí no volverá jamás a vivir; y me preguntaré si todo lo que he hecho lo hice bien, o si en algo te he dañado.

Y de todos estos años, que se están yendo no sé a donde, ...¡Irrecuperables!, quizás sólo me quede aquel poquito de dientes de leche, y algunos juguetes viejos que guardo en un rincón de mi ropero; entonces vuelvo a mirarte antes de apagar la luz, y me digo para consolarme: -"Pero bueno hijo mío, aún tienes rostro de niño."

INGRID ZETTERBERG

Dedicado a mi amado hijo Raphael
en el año 1,985 cuando él tenía 12 años

Pan tierno

 


PAN TIERNO

Año 1,985

Hoy miraba una casita que tú habías dibujado, tenía la puertecita torcida, y los colores de tu infancia. En ese momento, me llené de nostalgia, y de la ausencia del mañana. Pues supe que algún día me hará falta la inocencia de tus manos, suaves, sucias y tiernas. Y no escucharé más en medio de la mañana,tu vocecita pequeña cantando una vieja canción de escuela.

Y en aquel tiempo te buscaré en las hondas pupilas, y en los rebeldes silencios. Y le preguntaré a mi cansado corazón: ¿Dónde se fue mi niña? ¿Dónde se me perdió? Y cuando llegue las siete de la noche, en nuestro dulce comedor no sonarán tus risas desdentadas, ni perseguirás a tus hermanos, ni habrá puré derramado en las alfombras.

Entonces será la hora más callada, más vacía; la hora de la espera. Y sabré que dentro de ti, a esa niña nunca volveré a encontrarla. Por esta nostalgia de mañana, yo quiero abrazarte ahora, que aún está fresco el dolor de mis entrañas. Que aún no te ha robado la vida, las canciones de tu boca. Por esta tristeza, hoy quiero saciarme de tu alegría, y del pan tierno de tus seis años.


INGRID ZETTERBERG

AÑO 1,985

Dedicado a mi amada hija Claudia

De tu mano

 


DE TU MANO

Madre, hoy te debo este mantel, sin pan; vacío de tazas rebosantes de
ternura y rezongos de tu voz...
Oscurece.

¡Si supieras el frío que esta tarde deambuló por mi casa!
Los niños murmuran en la sala delicias infantiles,que ya no encajan
en mi tamaño ser.
Pero aún me siento niña, porque me hace falta aquella vieja cocina, donde humeaba el pan de tu cansancio,porque murió el camino que recorrí de tu mano.

Madre, que importa si ya pasó el verano con su música; el invierno también suele regalarnos flores.


INGRID ZETTERBERG

Dedicado a mi amada mamá

(In memorian)



Orfandad

 


ORFANDAD

En una tienda de cualquier calle, de mi tiznada ciudad, un niñito andrajoso, casi desnudo, se acerca a una alta vitrina, a contemplar con lastimosa mirada, un pastel apetitoso,
y empinándose para ser visto, pregunta con temor:
-¿Cuánto cuesta ese pastel?-
Y una voz indolente le contesta: -"En la pizarra está el precio."- Y el pequeño que no sabe leer, todo ojos, todo tristeza, mira en derredor suyo, como buscando quién sabe qué.

Luego saca de sus mugrosos bolsillos, una moneda; una sola moneda de un sol: S/.1.00 y pregunta otra vez:
-¿Cuánto cuesta ese pastel?- Y una voz impaciente le responde: -"Cinco soles, muchacho, cinco soles,S/.5.00"-
Y el pobre niño apretando en su mano su única moneda de un sol, S/.1.00 se aleja cabizbajo hacia la calle, a sentarse en el dintel de alguna puerta, como si le pesaran demasiado los ocho años que lleva sobre su piel. 

En la oscura avenida, la gente va y viene distraída; los ómnibus echan su estela de veneno al pasar; y el vendedor de revistas se dispone a cerrar su puesto. Pero el chiquillo inadvertido para todos, se acurruca en una puerta de la noche, con hambre y sin niñez.

Apretado en su rincón, está llorando, aún tiene en su puño cerrado, la moneda de un sol,S/.1.00
Pasan bromeando los estudiantes. Los cansados obreros regresan a sus hogares, mientras las bocinas se remedan. Ruedan las colillas de cigarro, empujadas por el frío viento; un borracho solitario, se tambalea en una esquina, entre luces de avisos que parpadean.

Pero nadie ha visto al pequeño vagabundo, que no conoce mesa, ni cama, ni madre, y ahora ha dejado de llorar para dormirse con su hambre.

INGRID ZETTERBERG

Dedicado a los niños pobres
de Lima Perú

El ataúd blanco - De la vida real

 


EL ATAÚD BLANCO

¡Qué triste aquel sol que cubría la tarde! El viento iba despacio, secando algunas lágrimas, y un murmullo de pasos lentos me llegó desde lejos.
Eran siluetas de luto, llevando un ataúd blanco. Una niña rubia había muerto, en diciembre y de mañana.
Avanzaban en silencio, y se detuvieron en el "Parque de los pinos", donde agitara sus trenzas en un alegre y bullicioso corretear.

Pero estaba ya muy quieta, y se habían callado para siempre las preguntas de su boca.
Jugando con el revólver de su padre, y sus cuatro años inocentes, de pronto la sorprendió la muerte.
Su breve vida se esfumó en el sol del mediodía, cual burbuja de jabón delicada y transparente.
Estaba tendido el ataúd sobre el césped; habían muchos niños, mucha gente alrededor, y de pronto se distinguió entre todas, una figura femenina, toda vestida de blanco. Tenía los ojos en inalcanzable distancia. Parecía haber gastado todas sus lágrimas. -"Es la madre." se escuchó murmurar.

Tenía algo de digno su semblante, en aquella triste serenidad que Dios le daba a cambio; (quien ha sufrido tanto, tiene algo de grande), era como si estuviera rodeada de una luz gloriosa, como si se le hubiera ensanchado el alma. Y yo nunca he podido olvidar a esa madre. Aún ahora, después de tanto tiempo, al pasar por su puerta, siento vivo el terrible peso de su tristeza. Y yo me he visto a mi misma, llorando en aquellos ojos de madre.
Habían subido el pequeño ataúd a la carroza blanca; el sol declinaba ya, y la pobre mujer se encaminó al coche, pero ¡cuánto dolor arrastraba en su andar! Con los brazos vacíos, sin su ángel querido, se fue camino del cementerio, con un sufrimiento inexplicable en su mirada.
Mirada de madre que no he podido olvidar, porque me sigue lastimando.

INGRID ZETTERBERG

(Esto ocurrió en la vida real, muy cerca de mi casa, en 1,980)

Compañero de juego - De la vida real

 



COMPAÑERO DE JUEGOS


Julio, amigo, hermano, hoy estás en el ayer, con tu caja de cartón, repleta de juguetes; y ese beso tuyo sumiso, que impregnó mis cabellos con tu inocencia.
Bajo la tibieza del patio que nos vio crecer, y las paredes que despintó el tiempo, te he visto en mis visiones de otoño.

Llevabas mameluco rojo, botas cortas, y un terco penacho sobre la frente. Y jugabas conmigo entre tus trompos, canicas de colores y mis muñecas. Nuestros carnavales mezclados con nuestras risas, regresan a mí. Tus palomilladas, roturas de cabeza entre lágrimas, y mis rodillas raspadas, se desvanecen como los charcos bajo el sol de nuestra infancia.

Sólo me queda una vieja ventana, y mi rostro de niña angustiada, tras tus pisadas, que no regresaron del colegio una tarde. Oscureció luego, y a mi alma apretujada regresó la vida, cuando decidiste devolverle a nuestra larga escalera, tus pasos. Desde entonces supe que te quería, compañero, hermano, que solías leer conmigo historias y cuentos, y reir, reir... hasta ahogarnos.

Julio, tu nombre se desliza suave, desde mi corazón, y fluye solitario entre mis páginas, como un llanto.

INGRID ZETTERBERG

Dedicado a mi primo Julio,
compañero de mi infancia.

Cuento - El duende

 


EL DUENDE

Me encuentro caminando por una calle silenciosa y oscura. Voy abstraída en mis pensamientos, y de pronto escucho algo así como un silbido agudo y prolongado. A lo lejos hay un farol encendido, y siento que la curiosidad me atrae hacia aquella esquina, junto a la cual hay un frondoso árbol; al acercarme el ambiente se torna helado, (muy extraño por ser verano), esto me infunde temor; y de pronto alcanzo a vislumbrar una pequeña silueta que estaba escondida detrás del árbol.


Al principio creo que se trata de un niño, pero al instante descarto este pensamiento,...¡No!...me digo a mi misma, ¿un niño solo en la calle, y a estas altas horas de la noche? ¡Imposible! Al instante puedo ver su figura, está enteramente vestido de rojo, pero lo más impactante es su rostro avejentado y macabro.  Ensequida me doy cuenta que se trata de un duende, y me invade una oleada de pavor. Una voz interior me dice; ¡Aléjate y no lo toques! ¡es un demonio! ¡huye!
Entonces salgo velozmente, y cruzo un parque, pero mientras huyo, vuelvo la mirada hacia aquella espantosa criatura, y veo con sorpresa que de aquel árbol cae polvo dorado en abundancia, y ya el duende ha desaparecido.


Tiempo después me entero por medio de los vecinos, que ese parque era llamado: "El parque de los duendes", y que años antes habían sucedido en torno a esa esquina, cosas muy lúgubres; incluso en una ocasión encontraron allí el cadáver de una joven, que extrañamente tenía todo el cuerpo cubierto por un polvo dorado. Entonces comprendo que aquella noche la divina providencia me había librado de una muerte segura.


INGRID ZETTERBERG

Después

 



DESPUÉS...


Me preguntaban: ¿Cuándo vas a recoger tu lámpara que en el camino has olvidado? Y yo les contestaba: -"Después,
después, después..." Pero sus voces subían cada vez más alto, sacudiéndome la vida, el alma, los huesos.  Y me seguían preguntando: -"¿Cuándo vas a levantarte de entre la piedra y el polvo?" "Ya viene el día y el descanso, y el hundimiento de las sombras."

Entonces desperté, palpando con mis ojos y mi ser, el derrumbe de los hombres, y agitábase muy cerca el nacimiento de mil años. Cogí mi lámpara, y me eché a andar, y ya no hubo más después, porque ese "después" había llegado.


INGRID ZETTERBERG

Con mis alas heridas

  

CON MIS ALAS HERIDAS


("Conversando con Dios a la sombra de la acacia")- Año 1,996 -

¿Porqué me retienes? ¿Porqué aprisionas en tus manos mis pobres alas heridas? Déjame volar; quiero escapar hacia mis anhelos. Me han herido, es verdad, me han hecho daño. Mis latidos se debilitaron; mis ojos se entristecieron, porque destrozaron mi nidito, en el que yo habitaba con mi compañero. Él se ha ido muy lejos, y nunca volvió a encontrar el camino de regreso.

Aunque vivo con mis polluelos, ya mi nido no es un hogar, es sólo una habitación, es sólo una vivienda de paja deshilachada. Me prometiste que lo atraparías a él, y que detendrías su alocado vuelo, para aprisionarlo conmigo entre tus manos. Pero no lo veo a él, ni escucho su dulce canto, en cambio hay cuervos malvados que chillan a mi alrededor, dándome picotazos que me lastiman. Quiero escapar hacia él, y buscarlo entre las débiles ramas, que surcan el inmenso bosque del mundo.

Quiero ir hacia él, tropezando con mis alas heridas, quiero buscarlo entre los árboles, y preguntarle si aún habrá tiempo, para formar otra vez un nido de amor e ilusiones.
Pero tengo miedo, porque mis alas están muy lastimadas y al tratar de alzar el vuelo, desde tus manos hacia su pecho, puedo caer dando tumbos, y llegar al fondo de un abismo oscuro.

INGRID ZETTERBERG

Año 1,996

Cuento - El regalo que llegó del cielo

  
EL REGALO QUE LLEGÓ DEL CIELO
Corría el año 1,942, y el fragor de la segunda guerra
mundial estaba en todo su apogeo. Benny Milton era un alférez norteamericano que había dejado en casa a su joven esposa y a su pequeña hija de cuatro años de edad, esta última de nombre Mildred. Eran mediados de noviembre, y Benny había cruzado el atlántico en un navío militar junto al resto de la tripulación.


Siendo aliados de Inglaterra, peleaban contra la Alemania nazi. Meses antes de partir a la guerra, Benny le había prometido a su pequeña niña, Mildred, el regalo que más ella ansiaba: Se trataba de un cachorrito el cual su papá le había prometido para esa navidad. Benny Milton se había esperanzado en que quizás le darían permiso para volver a casa en noche buena. Pero recibió de parte del Capitán, la noticia de que no habrían permisos en ese año para ningún oficial de la marina. Mas un presentimiento llenó el corazón de Benny Milton.


Tuvo una noche un sueño en que veía a su joven esposa y a su hijita Mildred, alejarse solitarias por un largo sendero, ambas vestían trajes de luto. Y Benny despertó angustiado. Fue este sueño triste lo que convenció al alférez de nuestra historia, de enviarle a su amada esposa un mensaje por radio, que decía escuetamente: "Amor, si algo me llegara a suceder, cómprale un cachorrito a mi Mildred, pero dile que papá se lo envía desde el cielo."


Se interrumpió la llamada, y la señora Milton se recostó en un sofá con pálido semblante y una angustia que le llenaba el alma. En esa navidad de dolor no habrían villancicos ni el arbolito de pino junto a la chimenea. Todo era soledad. Una madrugada el navío estadounidense fue duramente atacado por una embarcación alemana, y desgraciadamente el alférez de fragata, Benny Milton junto a otros tres compañeros, resultaron muertos. Era el amanecer del 21 de Diciembre de 1,942.
A fines del mes de Enero, una tarde llamaron a la puerta de la familia Milton, en la ciudad de Michigan. Atendió la señora, y vio delante de ella al Capitán de corbeta, de apellido Howard, quien fue el encargado de darle la infausta noticia; a lo cual ella quedó en estado de conmoción.


Dos meses después recordó con dolor el dulce encargo de su esposo para su amada hija. Y sacando fuerzas de donde no las tenía, se apersonó a una tienda de mascotas y escogió un tierno cachorrito de raza Golden retriever, el cual fue enviado al día siguiente a la casa de los Milton. La pobre madre fingió sorpresa al verlo, pues Mildred con toda la inocencia de sus infantiles años, había bajado corriendo las escaleras, y al contemplar al pequeño cachorrito lloró de alegría y emoción, diciendo alborozada: "¡Papá no se olvidó! mami, mami: ¡Papá no se olvidó!".


Fue entonces que la niña se percató de la ausencia de su padre, y preguntó: "¿Y papá no llegó con el perrito?" A lo que su madre respondió: "Papá te lo envió desde el cielo, mi amor."
Y desde entonces, a pesar de aquel adorable cachorro, supieron para siempre, que ya nunca nada sería igual; y que no habrían más navidades como las de antes.


FIN
INGRID ZETTERBERG

Perdido en las drogas - Relato de la vida real

 



ERDIDO EN LAS DROGASERDIDO EN LAS DROGAS
      


Un joven de 16 años solía ir a una iglesia cristiana, y se integró al grupo de los jóvenes que también
asistían allí.

Cada domingo se congregaban para alabar a Dios, y los sábados se reunían para practicar sanos
deportes. Pero el padre de este jovencito no estaba de acuerdo con que su hijo fuera a la iglesia.
Y muy enfurecido hasta llegó a hablar con el pastor, para decirle que a él no le agradaba ver a su
hijo en los caminos del Señor.
Incluso le prohibió al joven toda amistad con los adolescentes de la iglesia.

Craso error fue este, ya que el joven empezó a juntarse con los muchachos del barrio, y en poco
tiempo empezó a hablar palabras soeces. Pasó un año, y de pronto aquel padre empezó a alarmarse
al encontrar a su hijo fumando marihuana, encerrado en su cuarto.

Se asustó, y un buen día acudió este hombre a aquella misma iglesia, y pidió hablar con el pastor,
suplicándole que por favor fuera a su casa a conversar con el joven, pues se hallaba perdido
en el camino de las drogas. El pastor acudió inmediatamente al hogar del muchacho, y le pareció
que aquel no era el mismo joven de hace tiempo; su mirada y su corazón se habían endurecido,
y ninguna de las palabras del pastor alcanzaban su alma. Parecía que tenía una coraza puesta.
El siervo de Dios se afligió, pero de pronto se le ocurrió una última idea y le dijo al adolescente:
-¿Me permites orar contigo?-

Ambos se arrodillaron y empezaron a orar, el chico apenas balbuceaba, y de pronto cuando
finalizó la oración, el pastor pudo ver con regocijo el rostro de aquel jovencito bañado en lágrimas.
El Espíritu Santo había tocado su corazón nuevamente; se había abierto una luz de esperanza;
acababa de reconciliarse con Jesucristo, su Señor.
Al día siguiente que era domingo, se hallaba en la primera banca de la iglesia, aquel joven
acompañado de su padre.


DERECHOS RESERVADOS
S.C. Cta. Nro. 1006080193112

INGRID ZETTERBERG

Yo también fui inmigrante - Relato de la vida real

 




O TAMBIÉN FUI INMIGRANTE



Mi esposo partió a Venezuela en el año 1,978,
en los tiempos en que la economía de esa nación estaba en auge. Vivíamos tiempos

difíciles en mi patria, y es por esa razón
que yo también tramité mi visa junto a mis
pequeños hijos varones, y emigramos ocho
meses después hacia la ciudad de Caracas a
reencontrarnos con mi marido.


Él había conseguido un buen trabajo después de 
pasar por muchas dificultades, e incluso por la enfermedad del dengue, (que casi lo mata).

Mi esposo laboraba como ingeniero metalúrgico
en la Represa de Guri. Recuerdo que al llegar al aeropuerto Simón Bolívar, me llamaron a una
oficina para revisar la visa de mi pasaporte y 
constatar si ésta era legal.

Sufrí mucho en esa espera, ya que los agentes de la aduana literalmente me auscultaban

con lupa.


Finalmente me dejaron libre y pude correr hacia los brazos de mi esposo, que ya nos

esperaba ansioso.

Pasamos muchas peripecias, a mi marido
lo mordió una serpiente y tuvo la valentía de 
estrangularla con sus manos, y conduciendo su
camioneta con una mano, y en la otra llevando a la víbora muerta, llegó a tiempo a la posta
médica, donde los doctores identificaron la especie de culebra que lo había mordido, y

le pusieron el antídoto que salvó su vida.


Fueron tres años de lucha, de soportar el calor espantoso de Ciudad Bolívar, y a 

veces a personas hostiles, que no miraban
bien al extranjero.
Pero todo lo superamos y en 1,982 ya
estábamos de regreso en nuestro país, y
con los ahorros de mi esposo pudimos
comprarnos la soñada casa propia. Desde entonces admiro mucho a mi
marido, es un trabajador incansable, que
muchas veces trabajó bajo un sol ardiente
de 45 grados centígrados, solamente para
poder lograr nuestros sueños.
Hoy sin embargo vemos el reverso de la
moneda, y son miles de venezolanos que han
llegado a nuestro país, necesitados de
trabajo, algunos separados de sus seres
queridos, y cada vez que me encuentro
con ellos los trato con agrado, pues me
recuerda que en otros tiempos los
inmigrantes fuimos nosotros.


Relato de la vida real

Un milagro en mi vida - De la vida real

 


Un milagro en mi vida

Hace exactamente 43 años....mi segundo hijo varón tenía 7 meses de edad....y gozaba de buena salud...hasta que un mediodía mi madre

siempre afanada en sobre alimentar a mi niño
le dio un plato de lentejas como almuerzo...
(pero mi madre y yo ignorábamos que él era
muy pequeño para comer menestras)...y a raíz 
de eso, empezó mi hijo con diarreas profusas
entonces al ver que no se le detenía el 
problema con ningún remedio casero...lo llevé
al hospital de emergencias pediátricas...
donde al evaluarlo los médicos, inmediatamente
lo internaron en la sala de cuidados intensivos...y le pusieron suero por vía 
endovenosa...

Me dijeron que estaba deshidratándose, yo me
asusté mucho al ver que mi hijito, de nombre
Favio, hacía sus deposiciones con sangre y
mucosidad...entonces el médico que lo atendía
probó inyectando dentro del suero un 
antibiótico, para contrarrestar cualquier
bacteria que estuviera causando la disentería
que se le había presentado, pero las horas
transcurrían y no mejoraba mi bebé, pasó toda
la mañana y la tarde, y ya iba oscureciendo
cuando entró el pediatra a ver a mi hijo 
nuevamente, y yo le hice una pregunta: "Doctor
¿corre peligro de muerte mi hijito? y el 
médico guardó absoluto silencio, y esto me 
aterró...entonces el médico salió cabizbajo
sin responder nada, mientras mi angustia iba
creciendo...

Yo veía el rostro de mi Favio de color 
ceniciento, y cuando anocheció ya blanqueaba
los ojos, y cada ciertos minutos podía 
escuchar como mi niño seguía evacuando líquido. Desgraciadamente estaba botando por 
el intestino todo el suero que le 
administraban...entonces empecé a orar 
llorando. Recuerdo que me vino a la memoria
el nombre de Jesucristo, y mientras toda esa
noche me paseaba por el cuarto de emergencias
con mi oración y mi angustia, las 
deposiciones de mi niño me seguían torturando
hasta que llegó la madrugada, aún estaba muy
oscura la habitación, y recuerdo que en medio
de mi oración ferviente y mi llanto, de pronto
toda la habitación de emergencias se iluminó
con una gran luz...pero no era ninguna luz
eléctrica...no...era una luz jamás vista por 
mí...llenaba el recinto, y de pronto empecé a
sentir una alegría súbita, ¡un gozo espiritual
tan grande se apoderó de mi alma, que se 
desbordaba! y empecé a agradecer a Dios su 
dulce presencia que me invadía, y a la vez
una seguridad de que todo estaría bien se 
apoderó de mí. 

De pronto me percaté que ya mi amado hijito
no había hecho ninguna otra deposición, en 
casi media hora, y así avanzó la madrugada,
hasta empezar a clarear, y pude darme cuenta
que ya mi hijo no había vuelto a tener 
ninguna otra diarrea..., lo había cambiado
de pañales y estaba limpio y seco. 
¡Gracias Dios mío! yo exclamaba llena de 
felicidad y fe...y amaneció al fin, y el rostro de mi niño pude ver sonrosado otra vez
como antes de estar enfermo.
Y trataba de jalar con sus manitos la jeringa
del suero...se había puesto otra vez inquieto
como todo niño sano.
A las pocas horas vino el médico y viéndolo
tan bien a mi bebé, no dudó en darle de alta.

Me llevé a mi hijo amado a casa, con la
seguridad de que mi Dios santo me había hecho
un gran milagro. Que había respondido a mis
desesperadas oraciones...Jamás olvidaré esa
experiencia ni aquella madrugada, en que Dios
se manifestó en mi vida.

Relato de la vida real

Mi osito amarillo...(Relato de la vida real)

 





Corría el año 1,958. Y yo tenía apenas siete años, y mi mejor amigo era mi osito amarillo,
relleno de paja...de aquellos osos de peluche
medio enjutos, con ojitos de vidrio, y triste
mirar... esos que ya no existen.

Recuerdo que yo lo abrazaba en las noches, 
para dormir, era mi protector si alguna sombra
nocturna rondaba en la ventana; me acurrucaba
en él, y eso bastaba para darme calma.

Cuando mi casa era sacudida por sismos en la
madrugada, no necesitaba salir corriendo. Mi
amado compañero de peluche era suficiente 
para mitigar mi angustia; me abrazaba a él con
fuerza y el miedo se ahuyentaba.

Pero una tarde triste, al regresar del colegio
mi oso amarillo ya no estaba sobre mi 
almohada. Le pregunté a la tía Rosa, y me dijo
que mi peluche se había ido al cielo porque 
estaba viejito. Entonces desesperada hurgué
por todos los rincones, ¡y cual no sería mi 
sorpresa, al asomarme a la ventana!

Allí abajo sobre un basurero estaba arrojado
mi amado juguete de paja. Mi llanto fue
inagotable aquella tarde...Corrí a la cocina
y le supliqué a la tía Rosa que quitara la
llave de la puerta, que me era necesario 
recoger a mi osito bien amado. 
Ella me contestó que tenía órdenes de mi
madre, de no dejarme recogerlo, pues ella
tenía planeado comprarme un oso nuevo y grande.  ¡Qué desconsuelo! Lloré esa noche
hasta quedar dormida, sentía que me habían
arrancado el alma, la vida.

Pasaron los días, y una noche llegó mi mamá
con un oso envuelto en papel rosado, con
listón y todo.  Recuerdo que era un oso más
grande y rellenito, de color café claro, con
un lazo de seda anudado en el cuello.
Empecé resignada a dormir con él. Pero ese
nuevo peluche no significaba nada a mi 
corazón de niña dolida. Se había agotado mi
ternura.
El recuerdo de aquella imagen de mi oso
amarillo sobre la basura, me punzó en el 
alma por mucho tiempo. Nunca más por las 
noches me sentí protegida y consolada. Me
faltaba mi humilde osito de paja, aquel de 
los ojos tristes, el que yo amaba.

Relato de la vida real

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